domingo, 27 de diciembre de 2015

EL CAMINO DE LA FELICIDAD


EL CAMINO DE LA FELICIDAD

 

Si la vida me desnuda me visto la felicidad,

la felicidad es una galera de aliso tirada por dos caballos alazanes,

la galera lleva cochero y una intermitencia de relinchos,

el cochero ríe como una grulla damisela que hace ballet en el aire,

la grulla tiene forma  de tarta de yema tostada los días de ayuno,

la tarta es el postre de una hormiga que estudia biología molecular en Harvard,

la hormiga vuela como una paloma en las cejas de abril,

la paloma anida por primavera en los ramajes del diccionario,

el diccionario emana una salsa de palabras trabada con crema de domingos en familia,

la palabra expresa sentimientos que deshojan margaritas en septiembre,

los sentimientos generan laberintos con minotauros de porcelana,

cualquier laberinto resuelve una raíz cuadrada en las pruebas de acceso a la universidad,

la raíz cuadrada representa una montaña con llagas de sangre en los costados,

la montaña tiene forma de elefante comiendo hojas de lechuga en la Corte Penal,

el elefante parece una nube que juega al baloncesto con pies de acero,

la nube canta como un orfeón que pone broches de oro en la negociación colectiva,

el orfeón reparte tarjetas de boda en el silencio de los camerinos,

en la boda toca una orquesta y los invitados bailan de espaldas al mar,

la orquesta regala souvenirs con piernas de metacrilato,

el souvenir emerge como un camino con cruces sin indicativos,

y en el camino la felicidad toma el sol diez metros más adelante.

 

Manuel Camuñas

lunes, 16 de noviembre de 2015

ME GUSTARÍA


ME GUSTARÍA

 

 

PREFACIO

 

Podría considerar que soy un loco de paja en los mercadillos medievales, un iluso de plomo en las joyerías exclusivas, una marioneta de agua en los desiertos del corazón, el primer eslabón de la libertad, los penúltimos gritos de los vencidos, o las últimas decisiones de un emigrante a las puertas del silencio.

Quizás sea un pájaro de gas noble, una roca a la entrada del olvido, un trasatlántico de papel mojado en las arterias del Siglo de las Luces, un caimán en la estratosfera, la nota discordante en los conciertos de año nuevo, o un lince en las heridas del cambio climático.

Estaría bien ser un sembrador de jardines en las arterias del odio, un corredor de seguros de ciudadanía en las bodas reales, un lector de poemas de nieve en las áridas almenas de la conciencia, las respuestas de un sabio que busca la paz, un rayo de esperanza dormido a la sombra de un pinsapo, o un ramillete de besos en los labios del horizonte.

Por qué no ser un guardián de la verdad impermeable a las balas, un beso de hielo en la boca de un volcán, el primer enviado especial del amor a las puestas de sol en los días de tristeza, los cinco primeros abrazos de la felicidad en los lactantes, un borrón en la inmensidad del conocimiento, el silencio de los invertebrados a la luz del sol, las lecciones de la historia en los olvidos de los profesores, o los virus de la economía en las democracias del tercer milenio.

 

 

Me gustaría que a media noche brotasen auroras,

arboledas y corduras,

genomas y heterodoxias,

que los trasatlánticos surcaran desiertos,

los camellos la Vía Láctea,

las rosas el escudo antimisiles,

que los carros de combate disparasen proteínas,

pétalos y abrazos,

baladas y fragancias,

que las enfermedades fuesen las fábulas de los poetas,

el sueño de los anfibios,

los recuerdos tristes de la humanidad,

que los especuladores especulasen

con la distancia a las Perseidas,

con los emoticonos hoscos,

con la destrucción de la Armada Invencible.

Me gustaría ver palabras de amor en las constituciones,

labios rojos en la sobremesa,

horizontes en la mirada de los ancianos,

selvas con leones y gorilas,

marcha atrás en las declaraciones de guerra,

lunas de miel en los corazones desesperados,

gatos negros bajo los arcos de triunfo,

fumata blanca en los divorcios exprés.

Me gustaría descifrar los designios inescrutables,

recibir la luna descalzo y en vaqueros,

detener el tiempo en tu piel y mis manos,

calcular en besos la distancia a tu amor,

componer poemas de nieve en los volcanes,

oír canciones protesta en los cantos cardenalicios,

contar las verdades del barquero a las puertas del alma,

vivir el fin de las guerras y los guerreros.

Me gustaría que la ternura no se disuelva,

ni se oxide en los baúles,

o sea moneda de cambio en las fiestas populares,

que a los niños no les amarguen la niñez,

el alimento del juego,

la sonrisa inocente,

que en las bodas lo primero sea el beso,

lo último la rutina,

que el hambre solo sea de amor,

la mentira humo en el vendaval,

que las palomas de paz aniden en las ánimas de los cañones,

los bombarderos se oxiden en los angares,

el sufrimiento en los tratados de antropología.

Me gustaría vivir la desaparición del odio,

indiferencias y mercadeos,

hipnotismos y malversaciones,

coleccionar arrepentimientos y trilogías,

amistades y supernovas,

caricias y plenilunios,

extender la verdad sobre las declaraciones políticas,

sobre los dogmas teológicos,

sobre las huellas de la jurisprudencia,

adjuntar el universo a los localismos,

a los ombligos hospitalarios,

a los predicadores radiofónicos,

a la soledad de los mendigos.

Me gustaría, me gustaría, me gustaría...

Manuel Camuñas

 

lunes, 2 de noviembre de 2015

QUIERO DECIROS


QUIERO DECIROS

Quiero deciros que, a veces, los días llegan con abrigo y se marchan en bañador,

las mentiras se muerden las uñas y piden tiempo muerto,

el balón baila en el aro y el rebote le cae al árbitro,

y en las gradas se celebran los divorcios de las aficiones con pompones de desolación;

quiero deciros que, a veces, entras de espaldas en casa

y cenas muesli de cereales en silencio,

llevas los logros de la jornada a las lavanderías,

entregas las llaves de las convicciones a los mendigos,

recoges las lágrimas de los perros callejeros,

y guardas las manos en los bolsillos de las golondrinas;

quiero deciros que, a veces, al finalizar la primavera,

los Reyes Católicos comulgan con opas hostiles,

el vendedor de prótesis dentales abre los botellines con los dientes,

los concesionarios de vehículos de ocasión sortean viajes de placer entre las amas de casa,

los magnates de los hidrocarburos remojan su euforia en los spa balnearios de Marbella,

y los delfines curan el estrés en la sala de reposo del mar de Liguria con tumbonas térmicas;

quiero deciros que, a veces, las prostitutas se refrescan en las fuentes de las rotondas,

los gatos persas asaltan los contenedores de las pescaderías,

el horizonte se pinta los labios carmesí y nos besa en la nuca,

los taxistas del África subsahariana exhiben bandera blanca,

y en los cines se celebra el día del espectador con palomitas de miel;

quiero deciros que, a veces, al concluir el día los puntos cardinales pierden su magnetismo,

naufrago desorientado en casa,

escucho programas de opinión en la radio y escribo versos descolocados,

los duendes de la belleza colorean adjetivos en las madrugadas,

y los rosales pintan de rosa la sonrisa del alba;

quiero deciros que, a veces, al final de los conciertos solo aplauden los camareros,

las peluqueras crean cisnes en las cabezas de las bailarinas,

y los acomodadores recogen sueños rotos de las papeleras;

quiero deciros que, a veces, el vacío en el corazón ciega los ojos de los humanos;

quiero deciros que, a veces, al volver a casa,

solo los abrazos de ternura eliminan los rasguños de la indiferencia;

quiero deciros que, a veces, el amor reconcilia hasta con los genes rebeldes.

Manuel Camuñas  

martes, 6 de octubre de 2015

NOS VAMOS DE BERREA


NOS VAMOS DE BERREA

 

Bien pertrechados de varas para ahuyentar peligros imprevistos, con botas para el campo y con un chubasquero impermeable, por si nos sobrevenía algún aguacero, ayer, a eso de las 18:00 horas, con una pareja de amigos, nos fuimos a observar la atractiva y ensalzada berrea. Al final del camino del Pelicano, jalonado de chalets a ambos lados y de algunas huertas abandonadas o semiabandonadas, junto al arroyo que viene del Portachuelo, que en estas fechas está tan seco como un roquedal de basalto, o como las cuentas corrientes, al final del mes, de los dannificados por la reforma laboral, dejamos aparcado el coche.

Por un camino que de vez en cuando tenía un paso canadiense, nos fuimos adentrando en las fincas que se extienden a los pies de la cara norte de los Montes de Toledo. En el camino de ida nos cruzamos con unos paisanos, que volvían, imagino, de desgastar las calorías de la comida campera, que es lo suyo, y que, es de suponer, habían dado fiel cumplimiento, ya se sabe que en el campo se abre el apetito y todo nos sabe mejor, decidme si conocéis a alguien que le haya hecho ascos, en la tranquilidad de la naturaleza, a una tortilla española, y regresaban a una de las casas camperas, ubicada en las inmediaciones del lugar en donde dejamos el coche.

Habíamos cubierto ya más de kilómetro y medio y de los berridos nada de nada. Entonces, por dar una explicación, ya que de esos menesteres no tenemos ni pajolera idea, seamos sinceros, la falta de vociferio animal, la atribuimos a la ventosa tarde que nos estaba haciendo, deduciendo que tal vez con esas ventoleras los venados no estaban para cortejos ni demostraciones de fuerza, que menudos son de finos estos primorosos animalitos, como para ponerse en una tarde tan desapacible, con el riesgo de que las cornamentas mojadas les resbalaran y echasen por tierra todo su esfuerzo.

A pesar de que en ocasiones nos caían unas finas gotas que se escapaban de leves nublados, que nos podían haber servido para ganar una apuesta, pero poco más, decidimos continuar no fuera aser. La sierra quedó envuelta en un manto gris claro, era como una neblina que se prestaba a servir de manto a las elevaciones de la montaña y que hacía más bella la aireada tarde.

Bajo una encina, avistamos dos ciervos jóvenes. El macho se nos quedó mirando fijamente, creo que nos estaba tomando la matrícula y nuestras intenciones y hasta las aptitudes conductuales, pero en un abrir y cerrar de ojos de dos saltos desaparecieron entre la maleza, por lo que dedujimos que, a pesar de nuestra bondad en el asunto de los animales, no pensaron lo mismo esta pareja de cervatillos, y que lástima, pues se frustró lo que podía haber sido el comienzo de una gran amistad. Unos pasos más adelante pudimos contemplar, a lo lejos, cómo pasaron varios ciervos más,

corriendo hacia el oeste.

Pero la noche se nos echaba encima y decidimos volver, y fue en el camino de regreso cuando escuchamos algún berrido, tan débil y espaciado, que pareciera que lo hacían en honor a nosotros y no en su favor, porque aunque los creamos esquivos, en determinadas circunstancias, y ese entendíamos que era el caso, cómo dudarlo después de todo lo andado, pueden llegar a ser muy atentos y serviciales; y al fin y al cabo, oímos, esosí, en lontananza, lo que habíamos venido buscando, por lo que la frustración quedose en el umbral de los neurotrasmisores.

Tres bellotas, todavía verdes, y una rama de tomillo, me traje a casa, para dejar constancia de nuestro paseo por los encinares de la falda de la sierra.

A la vuelta paramos en el restaurante el Stop, que por ser las 20:30, hora en la que dio comienzo el partido entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid, estaba lleno de aficionados futboleros. Visto lo visto no sentamos en la terraza del patio y nos embuchamos unas pulgas que nos repusieron de nuestros aventados cuerpos. Y oye, el regreso tuvo una gratificante recompensa, pues me estaban esperando una pareja de amigos para comprarme el poemario DÍAS DE SONRISA EN LAS HERIDAS, que, como todo el mundo sabe por la global repercusión que tuvo el acto, presenté el viernes 2, en el teatro Echegaray de Sonseca, por lo que la noche se cerró en dulce, con mucho más satisfacción que berridos, pero que le vamos a hacer, otra vez la historia podrá terminar con otro final, pero eso formará parte de otra instantánea.

Saludos.

 

 5 de octubre de 2015

Manuel Camuñas.

domingo, 23 de agosto de 2015

DENTRO DE LA CIUDAD


DENTRO DE LA CIUDAD

 

Dentro de la ciudad un quiosco es un hospital de urgencias,

el repartidor de leche duerme en la lámpara de Aladino,

el tío del saco baila en las cajitas de música,

y el defensor del ciudadano expende pan en las gasolineras;

dentro de la ciudad hay un soniquete de precios rebajados en las emisoras de radio,

las cabinas de teléfonos comunican con el más acá,

se ofrecen descuentos para los masajes con terminación feliz,

las antenas pliegan sus tentáculos a la hora de los entierros,

y en las salas de fiestas se contratan seguros de pompas fúnebres;

dentro de la ciudad observo muñecas de neón con labios de espagueti,

trapos sucios oreándose en las bóvedas de los claustros,

una promoción de árbitros expiando culpas en los reclinatorios de los paraninfos,

y una asociación de amas de casa guardando fila en la taquilla de los minicines;

dentro de la ciudad se ven niños de Play Station que juegan a la guerra,

botes salvavidas de la Cruz Roja en los maratones de alcohol,

nidos de gaviotas en el museo de costumbres y etnografía,

y registradores firmando autógrafos en las residencias de la tercera edad;

dentro de la ciudad los bajos fondos se toman con hielo y uvas pasas,

las saunas tienen salsa de labios y burbujas de crema,

los roedores de cristal se aparean con las tardes presumidas,

los gatos son amarillos y toman yogur en la sobremesa,

las tartas nupciales se sirven con bastón y chistera en re mayor,

y los que cantan las cuarenta, cantan las cuarenta sin Alí Babá;

dentro de la ciudad los servicios secretos derrapan en las rotondas,

se organizan paseos en camello para esquimales y divorciados,

guateques de paraíso fiscal y besos a plazo fijo,

fiestas ecológicas abrazando urracas en los semáforos,

conciertos underground con cadenas en las costillas flotantes y clavos en los poros,

 y campeonatos de petanca para los damnificados del fracaso escolar;

dentro de la ciudad los perros usan polos de Ralph Lauren y gafas Ray-Ban,

se contratan delirios de drag queen para el baile de los graduados,

las palomas llevan a hombros el arrepentimiento de los cazadores,

se sirven cócteles de hipocresía semidesnatada en los planes de pensiones,

los relojes de los amantes se paran los domingos menores de edad,

se subastan preces y dignidades a precio de saldo,

y en las piscinas municipales los delfines comen ostras al vapor;

dentro de la ciudad gobierna un monstruo invisible,

Una felonía, una advocación, un incunable;

dentro de la ciudad vive un arquero que dispara flechas inteligentes,

Las flechas van de corazón en corazón evangelizando glóbulos rojos,

Fines de semana, mercadillos de trueque y juegos de azar;

dentro de la ciudad mi amor estuvo a punto de ser un libro,

Un azor, una península, una formación volcánica;

dentro de la ciudad hay tardes en las que estar a tu lado es suficiente.

 

Manuel Camuñas

domingo, 28 de junio de 2015

INVENTARIO DE COSAS MÁS VALIOSAS QUE EL FMI


INVENTARIO DE COSAS MÁS VALIOSAS QUE EL FMI

 

Son muchas:

 

Una linterna, un diente de ajo,

una sombrilla en las playas del levante,

la tundra siberiana, el Rocigalgo,

un suspenso, una pizpireta,

un castillo de arena en los anillos de Saturno,

las coplas de un ciego,

un cambio de neumáticos,

comer cereales en el baile de carnaval,

una peonza, un triciclo, un lirón,

cualquier pajarita de papel en la troposfera,

y una canción desesperada.

 

Las treintaiuna real,

el último día del mes,

varios saltamontes en un consulado,

una raíz de paloduz,

el desahucio de los ratones,

la ruptura del bipartidismo,

un Chupa Chups, un cantar, una rotonda,

el farolillo rojo en la Vuelta a España,

los meandros del río Tajo,

 y un melón de la Mancha.

 

Besos con sabor chocolate,

la capital del reino de los Tartessos,

abuelos con bastón de tristezas,

un bohemio en Singapur,

una tortuga en las conclusiones,

los juegos malabares,

el Poetry Slam, las Lagunas de Ruidera,

 o un predicador entre pimgüinos.

 

Un mirto en el Generalife,

tres ocupas en el Pentágono,

una noche al raso de tu piel,

los filósofos griegos,

un mendrugo de pan, la abdicación del rey,

un girasol, una iPhone quedada,

cinco minutos de cortesía,

y un gramo de cordura.

 

Las piruetas de los murciélagos,

el Internacional Libro Bar,

una huelga de escarabajos,

la paz, hacer amigos, el boca a boca,

un recital de poemas enfermos de amor,

y el vuelo de un estornino en los bautizos del Jordán.

 

Un alevín de codorniz,

las vacaciones de las lombrices,

remar contracorriente,

unos huevos rotos en el Amazonas,

ocho veces ocho,

un termitero en la OMC,

los médicos de cabecera,

un sofá, dormir, una marisma,

la cara oculta de la Luna,

una calabaza en las vegas de Coria,

la tinta del calamar,

el invierno de los abedules,

y un ornitorrinco en la sede de UNICEF.

 

Nota:

Inventario inacabado.

En Toledo a quince de abril de dos mil catorce.

Manuel Camuñas.

domingo, 17 de mayo de 2015

EL PAN ES EL MEJOR REMEDIO


 

EL PAN ES EL MEJOR REMEDIO

 

Para remediar el hambre,

nada como el pan,

sí, pan, pan, siempre pan,

sencillo, rotundo, definitivo.

De ahí que me digo, que te diga, que nos digamos:

resulta incomprensible,

o mejor, inaceptable,

que deseemos la paz y demos el hambre.

Bien por guerras,

especulaciones, desigualdad,

esclavitud, explotación,

(el capítulo de aberraciones queda abierto)

el hambre se robustece

arruga las tripas, la ética,

agrieta las cúpulas de la dignidad

y dinamita la supervivencia.

Se puede consultar a médicos, nutricionistas,

sanadores, anacoretas;

organizar jornadas y congresos temáticos;

promover cenas benéficas,

o crowdfunding solidarios;

elevar rogativas;

apelar a organismos internacionales;

acudir a prácticas esotéricas,

o a intrincadas razones de la razón;

y cualquier otra filantropía.

Pero por encima de todo

(nunca lo olvidemos):

para remediar el hambre,

nada como el pan,

pan, pan, pan,

simple y llanamente pan.

 

Manuel Camuñas

domingo, 22 de marzo de 2015

POR SI ALGUIEN QUIERE BUSCARLO


POR SI ALGUIEN QUIERE BUSCARLO

 

Sentado en un banco observo la ciudad,

necesito conocer su vida, su arquitectura,

sus mañanas de esfuerzo y evolución,

sus noches de esplendor y diseño,

sus madrugadas de residuos y decrepitud,

su intrincada ética.

 

Las atrevidas gotas de una fugaz llovizna

precipitan sobre los adoquines

el dióxido de carbono,

el progreso se recupera,

recobra el resuello.

Los niños, cabellos de plata,

parecen viejos.

Rejuvenecidos relucen los ancianos,

y es extraño, muy extraño.

Descubro intercambio de mercaderías,

almas, paraísos.

Me llega un insoportable ruido

de bisagras, cerrojos, cerraduras,

ahora en la calle sólo veo puertas y más puertas,

la ciudad es una gran puerta cerrada,

ni siquiera un postigo entreabierto.

Planean sombras, lamentos, rituales,

al final llueve ácido, dolor, rechazo.

Me sobresalta un temblor de vidrio y metal,

no sé si vengo de un sueño,

no estoy seguro,

pero me aferro a la ciudad,

nada importa que sus estridencias

desgarren mi vigilia.

Quiero participar, es irrenunciable,

del simple ir y venir de mis hermanos,

a veces atrapados en las cloacas de la exclusión,

a veces tras los cristales tintados de la exclusividad,

y a ello convoco mis sentidos.

Alegres transitan esperanzas, bondades,

obediencias firmes,

algún que otro perdón

y un ligero atisbo de arrepentimiento.

Dignidad y honradez vienen de la mano

pero no veo sus rostros.

Una muchedumbre de rutinas aplaude a la estulticia.

Sin rumbo se mueven las promesas,

al filo del suicidio buscan su destino.

Los corazones aquejados de soledad,

aislados en la calle deambulan.

Las indecisiones, en acción pendular ,

van de acera en acera,

no avanzan,

no retroceden,

sólo cruzan y cruzan,

e inconscientes borran su senda.

Una sonrisa vuela cansada,

y es raro con tantos labios donde parar y crecer,

donde anidar su alma de pájaro.

Por la rejilla de un colector cualquiera,

en ocasiones,

el olvido asoma la cabeza,

no ríe, no llora, no ama,

normal, el olvido tiene estas cosas.

La tristeza sentada en el suelo,

sin más pasa las horas,

cabizbaja, ensimismada, introvertida,

nadie le presta un segundo de alegría,

un amago de caricia siquiera.

En estampida irrumpe la codicia,

todos miran, la desean,

quieren tocarla,

unirse a ella,

pero como es muy ambiciosa

y no menos individual,

pisotea a unos,

pisotea aotros,

y a todos deja tirados.

Sin embargo,

el amor entre la multitud,

pupilas limpias de manantial,

es fácil distinguirlo,

se ve solo y sorprende,

mira a un lado, a otro,

a éstos y aquellos,

mira a todos,

no es quimera,

tampoco invisible,

pero sigue solo,

ignorado,

o peor,

como un desconocido.

Recoge su atril de grandes ocasiones,

sin pronunciar discurso,

propuestas, consignas,

y se aleja despacio.

No parece triste,

claro, la tristeza es compañera del desamor,

eso si,

va dejando una senda,

por si alguien quiere buscarlo.

 

Manuel Camuñas

domingo, 15 de marzo de 2015

ENCONTRÉ LA PAZ


ENCONTRÉ LA PAZ

 

 

A Rosa Robira, porque con su manantial de entrega y entusiasmo, nos sirve paz y belleza sobre alfombra de flores.

 

Encontré la paz al lado de tus figuras de papiroflexia,

en la contraportada del libro que calmó tus lágrimas,

dentro de los papeles que dibujas en la tarde descolorida,

en los límites de las fantasías que adornan tus costuras,

y en tus palabras de lechosa savia fermentando vientos de amistad.

Encontré la paz refugiada en tu regazo de madre tierra,

enredada en los bucles de tus noches cristalinas,

disuelta en tus historias de azúcar y pan de oro,

al final del aguacero de ternura en tus versos,

en la estela celeste de tus cuentos de abril y luna,

y sobre las amapolas de tu jardín de princesas y dragones.

Encontré la paz sonriendo en el sofá de tus melancolías,

enroscada en tus dedos como anillos de espuma,

coloreando las mariposas que adornan tus manteles,

en tu festiva ilusión de pulpa caramelizada,

armonizando las canciones que derraman néctar en tus recuerdos,

y meciéndose en tus brazos de palmera y viento húmedo.

Encontré la paz sobre el alféizar de tus pupilas,

al andar tu vereda de granos de polen y celindas de jilguero,

en las pompas de oxígeno de tu corazón de galaxia,

en el borde de la taza de café cuando cuentas estrellas,

y en la mágica mecedora de tus tardes de acuarela y plastilina.

Encontré la paz en las mañanas que siembras con semillas de perejil.

Encontré la paz porque la paz vive contigo.

¡Larga vida a la belleza!.

Manuel Camuñas

 

domingo, 8 de marzo de 2015

SIGLOS DE AGUA A TU ALREDEDOR


A Olvido García Valdés,

microcosmos de ternura

que sueña cultivando jardines

y vuelos de golondrinas.

 

SIGLOS DE AGUA A TU ALREDEDOR

 

Brilla la ternura en tu sonrisa

y en tu piel un cálido sol de begonias.

Tus pupilas lucen como lunas doradas,

disipando las sombras de las almas temerosas.

Y en tus dedos, como maduros racimos de versos,

encontramos la paz que nos negó la codicia.

 

En las vitrinas de los años vividos

yacen labios de cera,

caretas de hierro y estupidez,

traiciones en los rincones de las promesas,

besos que han perdido el calor

y ojos con hielo en las miradas.

 

La tristeza era previsible,

hay otoños escondidos en cada primavera,

lágrimas amargas en cada brindis,

ojos mirando los colores desde las sombras

y yo, perdido en la bruma de la soledad,

sin poder sostener la luz entre las manos.

 

Por fin, los desiertos de la indiferencia,

se llenaron de huesos,

y vimos a las polillas

revoloteando desorientadas

bajo un manto de nubes azules.

 

No fui consciente de los naufragios del alma

hasta que tu luz,

con bucles de trompeta,

despertó mi corazón,

y las canciones sonaron sincronizadas

enroscándose como pájaros en mis manos.

Una leve brisa

(sin duda venía del futuro),

trajo la paz a los labios,

y los rosales de tu primavera

punzaron la crueldad de los silencios,

para enraizarse en la piel

y absorber los miedos con sus fragancias.

 

Esa mañana amaneciste de espuma y dulzura,

de las nubes llovieron flores

solo porque tus dedos las tocaron.

Un aroma a mujer hermosa

inpregnó las pestañas de la noche,

y un aluvión de mocedades

se abrió paso entre las zarzas.

Entonces, entre su piel y sus huesos,

solo quedó ella,

solo ella,

ella y ese cazador furtivo de mariposas.

 

Hoy se oye un rumor de pasos en tu estela,

todos te siguen, todos,

atrás queda la soledad,

lejos el vacío.

Eres aire, luz,

espiga, manantial,

crepúsculo, azucena.

En ti viven todas las mujeres,

aman todas las mujeres,

porque tú lo llenas todo,

y todo está en ti.

Tú, siempre tú,

tú y siglos de agua a tu alrededor.

 

Manuel Camuñas.

domingo, 1 de marzo de 2015

(SABES TÚ LO QUE ES)


¿SABES TÚ LO QUE ES?

 

 

Hace tiempo que quiero saber,

o mejor,

necesito saber,

he de reconciliarme,

si, reconciliarme

conmigo, contigo, con ellos.

Pregunté a unos, a otros,

bajé a los  corazones,

a las mentes subí,

me asomé a los ejidos,

a los centros urbanos,

a los áridos polígonos,

campos de fútbol,

dársenas con estibadores,

interior de las tabernas,

ojos pronunciados,

rumor de pieles,

por las playas repletas,

sudando en los gimnasios,

hasta hice noche en las dudas.

Cómo no,

por probar que no quede,

a toda una saga familiar,

(eso fue peor)

en general a serios señores de corbata,

(nunca entendí que se rían a escondidas)

comerciantes haciendo el agosto,

mecánicos de motor o prótesis,

proxenetas, locutores, quincalleros,

sacerdotes con ampulosidad de peregrinos,

carteros a pie o en moto,

cirujanos, cajeros, saltimbanquis,

prostitutas, barrenderos, deportistas,

contrabandistas de alcohol, tabaco, fondos públicos,

(fue fácil encontrarlos)

taxistas de carrera corta,

(éstos conocen a sus clientes

tan solo con el primer vistazo)

pasajeros que hablaban de todo cuando no hace tanto

los trenes de largo recorrido eran eternos,

músicos de orquesta sinfónica,

música de raíz a veces no tan profunda,

vendedores de melones y hortalizas varias,

hispanos, bretones, helenos,

chinos, nómadas, oceánicos,

negros que eran tan negros

que las sombras se acomplejaban,

altos que eran tan altos

que las nubes ocultaban sus cabezas,

o tan pequeños

que parecían niños con barba,

o tan blancos

que su piel era de leche.

Probé, era lo suyo,

a tiempo completo y nada,

después a tiempo parcial y tampoco.

A pesar de todos los intentos,

la cosecha recogida,

no deben haber sido buenos años,

me arroja un balance incierto.

Ah, se me olvidaba,

si no es mucha molestia,

me dices cuando puedas,

¿qué es una persona de buena voluntad?.

 

Manuel Camuñas