DENTRO DE LA CIUDAD
Dentro de la ciudad un quiosco es un hospital
de urgencias,
el repartidor de leche duerme en la lámpara de
Aladino,
el tío del saco baila en las cajitas de
música,
y el defensor del ciudadano expende pan en las
gasolineras;
dentro de la ciudad hay un soniquete de
precios rebajados en las emisoras de radio,
las cabinas de teléfonos comunican con el más
acá,
se ofrecen descuentos para los masajes con
terminación feliz,
las antenas pliegan sus tentáculos a la hora
de los entierros,
y en las salas de fiestas se contratan seguros
de pompas fúnebres;
dentro de la ciudad observo muñecas de neón
con labios de espagueti,
trapos sucios oreándose en las bóvedas de los
claustros,
una promoción de árbitros expiando culpas en
los reclinatorios de los paraninfos,
y una asociación de amas de casa guardando
fila en la taquilla de los minicines;
dentro de la ciudad se ven niños de Play
Station que juegan a la guerra,
botes salvavidas de la Cruz Roja en los
maratones de alcohol,
nidos de gaviotas en el museo de costumbres y
etnografía,
y registradores firmando autógrafos en las
residencias de la tercera edad;
dentro de la ciudad los bajos fondos se toman
con hielo y uvas pasas,
las saunas tienen salsa de labios y burbujas
de crema,
los roedores de cristal se aparean con las
tardes presumidas,
los gatos son amarillos y toman yogur en la
sobremesa,
las tartas nupciales se sirven con bastón y
chistera en re mayor,
y los que cantan las cuarenta, cantan las
cuarenta sin Alí Babá;
dentro de la ciudad los servicios secretos
derrapan en las rotondas,
se organizan paseos en camello para esquimales
y divorciados,
guateques de paraíso fiscal y besos a plazo
fijo,
fiestas ecológicas abrazando urracas en los
semáforos,
conciertos underground con cadenas en las
costillas flotantes y clavos en los poros,
y
campeonatos de petanca para los damnificados del fracaso escolar;
dentro de la ciudad los perros usan polos de
Ralph Lauren y gafas Ray-Ban,
se contratan delirios de drag queen para el
baile de los graduados,
las palomas llevan a hombros el
arrepentimiento de los cazadores,
se sirven cócteles de hipocresía semidesnatada
en los planes de pensiones,
los relojes de los amantes se paran los
domingos menores de edad,
se subastan preces y dignidades a precio de
saldo,
y en las piscinas municipales los delfines
comen ostras al vapor;
dentro de la ciudad gobierna un monstruo
invisible,
Una felonía, una advocación, un incunable;
dentro de la ciudad vive un arquero que
dispara flechas inteligentes,
Las flechas van de corazón en corazón
evangelizando glóbulos rojos,
Fines de semana, mercadillos de trueque y
juegos de azar;
dentro de la ciudad mi amor estuvo a punto de
ser un libro,
Un azor, una península, una formación
volcánica;
dentro de la ciudad hay tardes en las que
estar a tu lado es suficiente.
Manuel
Camuñas