martes, 6 de octubre de 2015

NOS VAMOS DE BERREA


NOS VAMOS DE BERREA

 

Bien pertrechados de varas para ahuyentar peligros imprevistos, con botas para el campo y con un chubasquero impermeable, por si nos sobrevenía algún aguacero, ayer, a eso de las 18:00 horas, con una pareja de amigos, nos fuimos a observar la atractiva y ensalzada berrea. Al final del camino del Pelicano, jalonado de chalets a ambos lados y de algunas huertas abandonadas o semiabandonadas, junto al arroyo que viene del Portachuelo, que en estas fechas está tan seco como un roquedal de basalto, o como las cuentas corrientes, al final del mes, de los dannificados por la reforma laboral, dejamos aparcado el coche.

Por un camino que de vez en cuando tenía un paso canadiense, nos fuimos adentrando en las fincas que se extienden a los pies de la cara norte de los Montes de Toledo. En el camino de ida nos cruzamos con unos paisanos, que volvían, imagino, de desgastar las calorías de la comida campera, que es lo suyo, y que, es de suponer, habían dado fiel cumplimiento, ya se sabe que en el campo se abre el apetito y todo nos sabe mejor, decidme si conocéis a alguien que le haya hecho ascos, en la tranquilidad de la naturaleza, a una tortilla española, y regresaban a una de las casas camperas, ubicada en las inmediaciones del lugar en donde dejamos el coche.

Habíamos cubierto ya más de kilómetro y medio y de los berridos nada de nada. Entonces, por dar una explicación, ya que de esos menesteres no tenemos ni pajolera idea, seamos sinceros, la falta de vociferio animal, la atribuimos a la ventosa tarde que nos estaba haciendo, deduciendo que tal vez con esas ventoleras los venados no estaban para cortejos ni demostraciones de fuerza, que menudos son de finos estos primorosos animalitos, como para ponerse en una tarde tan desapacible, con el riesgo de que las cornamentas mojadas les resbalaran y echasen por tierra todo su esfuerzo.

A pesar de que en ocasiones nos caían unas finas gotas que se escapaban de leves nublados, que nos podían haber servido para ganar una apuesta, pero poco más, decidimos continuar no fuera aser. La sierra quedó envuelta en un manto gris claro, era como una neblina que se prestaba a servir de manto a las elevaciones de la montaña y que hacía más bella la aireada tarde.

Bajo una encina, avistamos dos ciervos jóvenes. El macho se nos quedó mirando fijamente, creo que nos estaba tomando la matrícula y nuestras intenciones y hasta las aptitudes conductuales, pero en un abrir y cerrar de ojos de dos saltos desaparecieron entre la maleza, por lo que dedujimos que, a pesar de nuestra bondad en el asunto de los animales, no pensaron lo mismo esta pareja de cervatillos, y que lástima, pues se frustró lo que podía haber sido el comienzo de una gran amistad. Unos pasos más adelante pudimos contemplar, a lo lejos, cómo pasaron varios ciervos más,

corriendo hacia el oeste.

Pero la noche se nos echaba encima y decidimos volver, y fue en el camino de regreso cuando escuchamos algún berrido, tan débil y espaciado, que pareciera que lo hacían en honor a nosotros y no en su favor, porque aunque los creamos esquivos, en determinadas circunstancias, y ese entendíamos que era el caso, cómo dudarlo después de todo lo andado, pueden llegar a ser muy atentos y serviciales; y al fin y al cabo, oímos, esosí, en lontananza, lo que habíamos venido buscando, por lo que la frustración quedose en el umbral de los neurotrasmisores.

Tres bellotas, todavía verdes, y una rama de tomillo, me traje a casa, para dejar constancia de nuestro paseo por los encinares de la falda de la sierra.

A la vuelta paramos en el restaurante el Stop, que por ser las 20:30, hora en la que dio comienzo el partido entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid, estaba lleno de aficionados futboleros. Visto lo visto no sentamos en la terraza del patio y nos embuchamos unas pulgas que nos repusieron de nuestros aventados cuerpos. Y oye, el regreso tuvo una gratificante recompensa, pues me estaban esperando una pareja de amigos para comprarme el poemario DÍAS DE SONRISA EN LAS HERIDAS, que, como todo el mundo sabe por la global repercusión que tuvo el acto, presenté el viernes 2, en el teatro Echegaray de Sonseca, por lo que la noche se cerró en dulce, con mucho más satisfacción que berridos, pero que le vamos a hacer, otra vez la historia podrá terminar con otro final, pero eso formará parte de otra instantánea.

Saludos.

 

 5 de octubre de 2015

Manuel Camuñas.