viernes, 18 de marzo de 2016

REGRESO A NINGUNA PARTE


REGRESO A NINGUNA PARTE

Quiero regresar, pero me marcho,
atrás queda un cielo azul,
testigo de amantes,
de niños en piruetas como colibríes,
no tiene parabólicas en su terraza,
ni sugerentes neones parpadeando,
pero huele a recién nacido,
y sonríe con millones de estrellas.
Quiero volver, pero me voy,
me arranco sin anestesia
de un jergón sin mantas térmicas,
sin suelo radiante,
pero lleno de ternura
e historias con sabor a tierra.
No me quiero ir, pero me abortan,
la pólvora arrasa mi hogar,
y esparce la sangre de mis hermanos por el olvido.
No tengo músculos para resistir,
lloro y no me quedan lágrimas,
mi última danza es la muerte.
No, no iré, quiero quedarme,
pero han borrado mi vida,
y aquí estoy frente a vuestra indiferencia,
aterido, descalcificado,
reo de un mercado de caníbales,
de un progreso de decadencias.
Aquí estoy, aquí,
los bolsillos llenos de ceniza,
ciega la mirada en esta jaula de pájaros.
Pero qué importa,
aquí yo ya no soy...
Mirad este espectro,
este ser invisible,
mirad aunque solo veais mi sombra,
mirad, mirad, aquí estoy,
al otro lado  de vuestros ejércitos,
o en el lodazal de vuestras conciencias,
que es tanto como decir en ningún lugar.
No, yo ya no soy,
y ya nunca seré.
Me han robado el alba,
los niños de mis labios,
los horizontes en la punta de los dedos,
me han robado la esencia, la voz.
Yo ya solo soy un número,
un número sin piel,
un número sinalma.


Manuel Camuñas

lunes, 22 de febrero de 2016

EL VIAJERO DE DÍAS DE SONRISA EN LAS HERIDAS


EL VIAJERO DE DÍAS DE SONRISA EN LAS HERIDAS

 

En Días de Sonrisa en las Heridas, un pasajero viaja en un vehículo llamado tiempo. El pasajero no tiene rostro, no es un viajero concreto y carece de nombre y apellidos conocidos, por lo tanto, puede ser cualquiera que camina a nuestro lado, que se ríe tras una cerveza en un bar de tapas, que colabora en el trabajo con nosotros, que al cruzarse en la calle con semejantes suyos ignora que existen, o que permanece inmóvil, pillado por la belleza de una palabra y no quiere salir de ese deleite, e incluso puedes ser tú mismo. El viajero recrea sueños, recuerdos, fantasías, se entrega a un amanecer desconociendo que le deparará, avanza por las calles con paso firme hacia su destino, desarrolla en su trabajo parte de sus aspiraciones, disfruta en los parques, crece su alma en las salas de exposiciones, fabula en los aparcamientos, se imagina respirando en cada rincón de la ciudad, dona azucenas a los desiertos, compone aventuras en su casa, teoriza con el principio y el fin de las cosas, reflexiona mediatizado por una realidad descarnada, crea en su vida pequeños mundos y pinta de colores las miradas perdidas. De este modo, minuto a minuto va conformando un ser único, un ser idéntico a lo que él quiere ser, tamizado, eso sí, por las sensaciones cambiantes que caracterizan el estado de ánimo. En cada momento se puede tener la ocasión de verse reflejado en una gota de agua, en un músico que alegra la tarde, sobre los manteles de un aniversario, en un día que aún no se ha vivido, al lado de los semáforos del deseo, en el libro olvidado de un estudiante, junto al calor de un corazón enamorado, y, por eso, sería un error pasar sin dejar una huella que sirva de apoyo a los que necesitan el aliento de los que les rodean. Esto nos conduce a pensar que no deberíamos mirar para otra parte, porque cada vez se hace más necesario dejarse llevar por una sonrisa, y no por una amargura. A lomos de las metáforas que la vida real le ofrece, el viajero añade paradojas y certezas a una existencia que necesita beber en un manantial, que le aporte nuevo alimento en cada sorbo. A medida que pasan las horas, el día se dirige a su fin, y en ese transcurso emergen demasiadas rémoras que se fijan a nuestros pies. Una de las más potentes y pertinaces es la rutina con sus embaucadoras sirenas. Pero cada lugar, cada vivencia le aportan las fuerzas necesarias para vencer la monotonía atorante y el desaliento provocado por la desilusión de los fracasos de las personas, que, unas veces por endiosarse, y otras por deshumanizarse, terminan por perder la original esencia del ser racional, capaz de reconciliarse con la naturaleza y de desplegar su bondaz. El viajero busca el lado humano de la acción del hombre, y en ese lugar encuentra el sosiego y felicidad, ingredientes determinantes para seguir su camino. Se sabe dueño de sus decisiones y plenamente consciente de que la felicidad no está en la meta sino en el viaje hacia la misma.

 

Manuel Camuñas

jueves, 4 de febrero de 2016

DOS PLÁTANOS ENTRE TERNURAS


A Felisa Domínguez Martín, para que su sonrisa sea nuestro más preciado tesoro.

2 de febrero de 2016

 

DOS PLÁTANOS ENTRE TERNURAS

 

No madre,

no me mande a comprar dos plátanos,

no me mande que no quiero ir.

Ah, dios, dos plátanos,

dos plátanos como dos dientes de leche,

enhiestos como dos adolescentes

que mastican la vida,

y en la vida dejan su semilla

como dos palomas de nieve,

dos soles que amanecen de tu cara

como dos buidas palmeras

en el horizonte de un cereal  océano,

dos géiseres de miel en la amargura del silencio,

dos lirios que espejean en las mañanas de escarcha y humo de leña,

dos amapolas enraizadas en la ternura que fluye por tu sangre,

dos pasiones en el camino de la felicidad.

No madre, no, no me mande,

no me mande que al pedirlos se ríen de mí.

¡Pero niña!:

¿quién ha de reírse?. ¿Quién?.

Nadie, nadie.

Es tu risa, solo tu risa,

Escucha..., ¿la oyes?.

Es tu risa, siempre tu risa,

escúchala bien,

eres la única que sonríe.

Ah, risa de nata y membrillo,

vibran tus labios acompasados,

tu mirada deslumbra,

y hasta la noche manda su luna para mirarte.

Esa risa viene de tu corazón,

prende primaveras,

se extiende por tu piel,

y deja su polen en la yema de mis dedos.

Aletea como golondrinas tempranas,

avanza por calles y crepúsculos,

en las plazas describe círculos

y entra en cada casa

como el amor en el alma.

Sí, niña, sí,

es tu risa que todo lo ocupa,

todo, todo, todo....

No me diga eso madre,

no me lo diga,

es verdad, se ríen, se ríen,

y a mí me da vergüenza.

No mi vida,

no, no  es su risa,

escúchala bien,

es la tuya niña, la tuya,

¿te oyes?,

es Tu risa, tu risa, tu risa...

 

Manuel Camuñas.

domingo, 27 de diciembre de 2015

EL CAMINO DE LA FELICIDAD


EL CAMINO DE LA FELICIDAD

 

Si la vida me desnuda me visto la felicidad,

la felicidad es una galera de aliso tirada por dos caballos alazanes,

la galera lleva cochero y una intermitencia de relinchos,

el cochero ríe como una grulla damisela que hace ballet en el aire,

la grulla tiene forma  de tarta de yema tostada los días de ayuno,

la tarta es el postre de una hormiga que estudia biología molecular en Harvard,

la hormiga vuela como una paloma en las cejas de abril,

la paloma anida por primavera en los ramajes del diccionario,

el diccionario emana una salsa de palabras trabada con crema de domingos en familia,

la palabra expresa sentimientos que deshojan margaritas en septiembre,

los sentimientos generan laberintos con minotauros de porcelana,

cualquier laberinto resuelve una raíz cuadrada en las pruebas de acceso a la universidad,

la raíz cuadrada representa una montaña con llagas de sangre en los costados,

la montaña tiene forma de elefante comiendo hojas de lechuga en la Corte Penal,

el elefante parece una nube que juega al baloncesto con pies de acero,

la nube canta como un orfeón que pone broches de oro en la negociación colectiva,

el orfeón reparte tarjetas de boda en el silencio de los camerinos,

en la boda toca una orquesta y los invitados bailan de espaldas al mar,

la orquesta regala souvenirs con piernas de metacrilato,

el souvenir emerge como un camino con cruces sin indicativos,

y en el camino la felicidad toma el sol diez metros más adelante.

 

Manuel Camuñas

lunes, 16 de noviembre de 2015

ME GUSTARÍA


ME GUSTARÍA

 

 

PREFACIO

 

Podría considerar que soy un loco de paja en los mercadillos medievales, un iluso de plomo en las joyerías exclusivas, una marioneta de agua en los desiertos del corazón, el primer eslabón de la libertad, los penúltimos gritos de los vencidos, o las últimas decisiones de un emigrante a las puertas del silencio.

Quizás sea un pájaro de gas noble, una roca a la entrada del olvido, un trasatlántico de papel mojado en las arterias del Siglo de las Luces, un caimán en la estratosfera, la nota discordante en los conciertos de año nuevo, o un lince en las heridas del cambio climático.

Estaría bien ser un sembrador de jardines en las arterias del odio, un corredor de seguros de ciudadanía en las bodas reales, un lector de poemas de nieve en las áridas almenas de la conciencia, las respuestas de un sabio que busca la paz, un rayo de esperanza dormido a la sombra de un pinsapo, o un ramillete de besos en los labios del horizonte.

Por qué no ser un guardián de la verdad impermeable a las balas, un beso de hielo en la boca de un volcán, el primer enviado especial del amor a las puestas de sol en los días de tristeza, los cinco primeros abrazos de la felicidad en los lactantes, un borrón en la inmensidad del conocimiento, el silencio de los invertebrados a la luz del sol, las lecciones de la historia en los olvidos de los profesores, o los virus de la economía en las democracias del tercer milenio.

 

 

Me gustaría que a media noche brotasen auroras,

arboledas y corduras,

genomas y heterodoxias,

que los trasatlánticos surcaran desiertos,

los camellos la Vía Láctea,

las rosas el escudo antimisiles,

que los carros de combate disparasen proteínas,

pétalos y abrazos,

baladas y fragancias,

que las enfermedades fuesen las fábulas de los poetas,

el sueño de los anfibios,

los recuerdos tristes de la humanidad,

que los especuladores especulasen

con la distancia a las Perseidas,

con los emoticonos hoscos,

con la destrucción de la Armada Invencible.

Me gustaría ver palabras de amor en las constituciones,

labios rojos en la sobremesa,

horizontes en la mirada de los ancianos,

selvas con leones y gorilas,

marcha atrás en las declaraciones de guerra,

lunas de miel en los corazones desesperados,

gatos negros bajo los arcos de triunfo,

fumata blanca en los divorcios exprés.

Me gustaría descifrar los designios inescrutables,

recibir la luna descalzo y en vaqueros,

detener el tiempo en tu piel y mis manos,

calcular en besos la distancia a tu amor,

componer poemas de nieve en los volcanes,

oír canciones protesta en los cantos cardenalicios,

contar las verdades del barquero a las puertas del alma,

vivir el fin de las guerras y los guerreros.

Me gustaría que la ternura no se disuelva,

ni se oxide en los baúles,

o sea moneda de cambio en las fiestas populares,

que a los niños no les amarguen la niñez,

el alimento del juego,

la sonrisa inocente,

que en las bodas lo primero sea el beso,

lo último la rutina,

que el hambre solo sea de amor,

la mentira humo en el vendaval,

que las palomas de paz aniden en las ánimas de los cañones,

los bombarderos se oxiden en los angares,

el sufrimiento en los tratados de antropología.

Me gustaría vivir la desaparición del odio,

indiferencias y mercadeos,

hipnotismos y malversaciones,

coleccionar arrepentimientos y trilogías,

amistades y supernovas,

caricias y plenilunios,

extender la verdad sobre las declaraciones políticas,

sobre los dogmas teológicos,

sobre las huellas de la jurisprudencia,

adjuntar el universo a los localismos,

a los ombligos hospitalarios,

a los predicadores radiofónicos,

a la soledad de los mendigos.

Me gustaría, me gustaría, me gustaría...

Manuel Camuñas

 

lunes, 2 de noviembre de 2015

QUIERO DECIROS


QUIERO DECIROS

Quiero deciros que, a veces, los días llegan con abrigo y se marchan en bañador,

las mentiras se muerden las uñas y piden tiempo muerto,

el balón baila en el aro y el rebote le cae al árbitro,

y en las gradas se celebran los divorcios de las aficiones con pompones de desolación;

quiero deciros que, a veces, entras de espaldas en casa

y cenas muesli de cereales en silencio,

llevas los logros de la jornada a las lavanderías,

entregas las llaves de las convicciones a los mendigos,

recoges las lágrimas de los perros callejeros,

y guardas las manos en los bolsillos de las golondrinas;

quiero deciros que, a veces, al finalizar la primavera,

los Reyes Católicos comulgan con opas hostiles,

el vendedor de prótesis dentales abre los botellines con los dientes,

los concesionarios de vehículos de ocasión sortean viajes de placer entre las amas de casa,

los magnates de los hidrocarburos remojan su euforia en los spa balnearios de Marbella,

y los delfines curan el estrés en la sala de reposo del mar de Liguria con tumbonas térmicas;

quiero deciros que, a veces, las prostitutas se refrescan en las fuentes de las rotondas,

los gatos persas asaltan los contenedores de las pescaderías,

el horizonte se pinta los labios carmesí y nos besa en la nuca,

los taxistas del África subsahariana exhiben bandera blanca,

y en los cines se celebra el día del espectador con palomitas de miel;

quiero deciros que, a veces, al concluir el día los puntos cardinales pierden su magnetismo,

naufrago desorientado en casa,

escucho programas de opinión en la radio y escribo versos descolocados,

los duendes de la belleza colorean adjetivos en las madrugadas,

y los rosales pintan de rosa la sonrisa del alba;

quiero deciros que, a veces, al final de los conciertos solo aplauden los camareros,

las peluqueras crean cisnes en las cabezas de las bailarinas,

y los acomodadores recogen sueños rotos de las papeleras;

quiero deciros que, a veces, el vacío en el corazón ciega los ojos de los humanos;

quiero deciros que, a veces, al volver a casa,

solo los abrazos de ternura eliminan los rasguños de la indiferencia;

quiero deciros que, a veces, el amor reconcilia hasta con los genes rebeldes.

Manuel Camuñas  

martes, 6 de octubre de 2015

NOS VAMOS DE BERREA


NOS VAMOS DE BERREA

 

Bien pertrechados de varas para ahuyentar peligros imprevistos, con botas para el campo y con un chubasquero impermeable, por si nos sobrevenía algún aguacero, ayer, a eso de las 18:00 horas, con una pareja de amigos, nos fuimos a observar la atractiva y ensalzada berrea. Al final del camino del Pelicano, jalonado de chalets a ambos lados y de algunas huertas abandonadas o semiabandonadas, junto al arroyo que viene del Portachuelo, que en estas fechas está tan seco como un roquedal de basalto, o como las cuentas corrientes, al final del mes, de los dannificados por la reforma laboral, dejamos aparcado el coche.

Por un camino que de vez en cuando tenía un paso canadiense, nos fuimos adentrando en las fincas que se extienden a los pies de la cara norte de los Montes de Toledo. En el camino de ida nos cruzamos con unos paisanos, que volvían, imagino, de desgastar las calorías de la comida campera, que es lo suyo, y que, es de suponer, habían dado fiel cumplimiento, ya se sabe que en el campo se abre el apetito y todo nos sabe mejor, decidme si conocéis a alguien que le haya hecho ascos, en la tranquilidad de la naturaleza, a una tortilla española, y regresaban a una de las casas camperas, ubicada en las inmediaciones del lugar en donde dejamos el coche.

Habíamos cubierto ya más de kilómetro y medio y de los berridos nada de nada. Entonces, por dar una explicación, ya que de esos menesteres no tenemos ni pajolera idea, seamos sinceros, la falta de vociferio animal, la atribuimos a la ventosa tarde que nos estaba haciendo, deduciendo que tal vez con esas ventoleras los venados no estaban para cortejos ni demostraciones de fuerza, que menudos son de finos estos primorosos animalitos, como para ponerse en una tarde tan desapacible, con el riesgo de que las cornamentas mojadas les resbalaran y echasen por tierra todo su esfuerzo.

A pesar de que en ocasiones nos caían unas finas gotas que se escapaban de leves nublados, que nos podían haber servido para ganar una apuesta, pero poco más, decidimos continuar no fuera aser. La sierra quedó envuelta en un manto gris claro, era como una neblina que se prestaba a servir de manto a las elevaciones de la montaña y que hacía más bella la aireada tarde.

Bajo una encina, avistamos dos ciervos jóvenes. El macho se nos quedó mirando fijamente, creo que nos estaba tomando la matrícula y nuestras intenciones y hasta las aptitudes conductuales, pero en un abrir y cerrar de ojos de dos saltos desaparecieron entre la maleza, por lo que dedujimos que, a pesar de nuestra bondad en el asunto de los animales, no pensaron lo mismo esta pareja de cervatillos, y que lástima, pues se frustró lo que podía haber sido el comienzo de una gran amistad. Unos pasos más adelante pudimos contemplar, a lo lejos, cómo pasaron varios ciervos más,

corriendo hacia el oeste.

Pero la noche se nos echaba encima y decidimos volver, y fue en el camino de regreso cuando escuchamos algún berrido, tan débil y espaciado, que pareciera que lo hacían en honor a nosotros y no en su favor, porque aunque los creamos esquivos, en determinadas circunstancias, y ese entendíamos que era el caso, cómo dudarlo después de todo lo andado, pueden llegar a ser muy atentos y serviciales; y al fin y al cabo, oímos, esosí, en lontananza, lo que habíamos venido buscando, por lo que la frustración quedose en el umbral de los neurotrasmisores.

Tres bellotas, todavía verdes, y una rama de tomillo, me traje a casa, para dejar constancia de nuestro paseo por los encinares de la falda de la sierra.

A la vuelta paramos en el restaurante el Stop, que por ser las 20:30, hora en la que dio comienzo el partido entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid, estaba lleno de aficionados futboleros. Visto lo visto no sentamos en la terraza del patio y nos embuchamos unas pulgas que nos repusieron de nuestros aventados cuerpos. Y oye, el regreso tuvo una gratificante recompensa, pues me estaban esperando una pareja de amigos para comprarme el poemario DÍAS DE SONRISA EN LAS HERIDAS, que, como todo el mundo sabe por la global repercusión que tuvo el acto, presenté el viernes 2, en el teatro Echegaray de Sonseca, por lo que la noche se cerró en dulce, con mucho más satisfacción que berridos, pero que le vamos a hacer, otra vez la historia podrá terminar con otro final, pero eso formará parte de otra instantánea.

Saludos.

 

 5 de octubre de 2015

Manuel Camuñas.

domingo, 23 de agosto de 2015

DENTRO DE LA CIUDAD


DENTRO DE LA CIUDAD

 

Dentro de la ciudad un quiosco es un hospital de urgencias,

el repartidor de leche duerme en la lámpara de Aladino,

el tío del saco baila en las cajitas de música,

y el defensor del ciudadano expende pan en las gasolineras;

dentro de la ciudad hay un soniquete de precios rebajados en las emisoras de radio,

las cabinas de teléfonos comunican con el más acá,

se ofrecen descuentos para los masajes con terminación feliz,

las antenas pliegan sus tentáculos a la hora de los entierros,

y en las salas de fiestas se contratan seguros de pompas fúnebres;

dentro de la ciudad observo muñecas de neón con labios de espagueti,

trapos sucios oreándose en las bóvedas de los claustros,

una promoción de árbitros expiando culpas en los reclinatorios de los paraninfos,

y una asociación de amas de casa guardando fila en la taquilla de los minicines;

dentro de la ciudad se ven niños de Play Station que juegan a la guerra,

botes salvavidas de la Cruz Roja en los maratones de alcohol,

nidos de gaviotas en el museo de costumbres y etnografía,

y registradores firmando autógrafos en las residencias de la tercera edad;

dentro de la ciudad los bajos fondos se toman con hielo y uvas pasas,

las saunas tienen salsa de labios y burbujas de crema,

los roedores de cristal se aparean con las tardes presumidas,

los gatos son amarillos y toman yogur en la sobremesa,

las tartas nupciales se sirven con bastón y chistera en re mayor,

y los que cantan las cuarenta, cantan las cuarenta sin Alí Babá;

dentro de la ciudad los servicios secretos derrapan en las rotondas,

se organizan paseos en camello para esquimales y divorciados,

guateques de paraíso fiscal y besos a plazo fijo,

fiestas ecológicas abrazando urracas en los semáforos,

conciertos underground con cadenas en las costillas flotantes y clavos en los poros,

 y campeonatos de petanca para los damnificados del fracaso escolar;

dentro de la ciudad los perros usan polos de Ralph Lauren y gafas Ray-Ban,

se contratan delirios de drag queen para el baile de los graduados,

las palomas llevan a hombros el arrepentimiento de los cazadores,

se sirven cócteles de hipocresía semidesnatada en los planes de pensiones,

los relojes de los amantes se paran los domingos menores de edad,

se subastan preces y dignidades a precio de saldo,

y en las piscinas municipales los delfines comen ostras al vapor;

dentro de la ciudad gobierna un monstruo invisible,

Una felonía, una advocación, un incunable;

dentro de la ciudad vive un arquero que dispara flechas inteligentes,

Las flechas van de corazón en corazón evangelizando glóbulos rojos,

Fines de semana, mercadillos de trueque y juegos de azar;

dentro de la ciudad mi amor estuvo a punto de ser un libro,

Un azor, una península, una formación volcánica;

dentro de la ciudad hay tardes en las que estar a tu lado es suficiente.

 

Manuel Camuñas

domingo, 28 de junio de 2015

INVENTARIO DE COSAS MÁS VALIOSAS QUE EL FMI


INVENTARIO DE COSAS MÁS VALIOSAS QUE EL FMI

 

Son muchas:

 

Una linterna, un diente de ajo,

una sombrilla en las playas del levante,

la tundra siberiana, el Rocigalgo,

un suspenso, una pizpireta,

un castillo de arena en los anillos de Saturno,

las coplas de un ciego,

un cambio de neumáticos,

comer cereales en el baile de carnaval,

una peonza, un triciclo, un lirón,

cualquier pajarita de papel en la troposfera,

y una canción desesperada.

 

Las treintaiuna real,

el último día del mes,

varios saltamontes en un consulado,

una raíz de paloduz,

el desahucio de los ratones,

la ruptura del bipartidismo,

un Chupa Chups, un cantar, una rotonda,

el farolillo rojo en la Vuelta a España,

los meandros del río Tajo,

 y un melón de la Mancha.

 

Besos con sabor chocolate,

la capital del reino de los Tartessos,

abuelos con bastón de tristezas,

un bohemio en Singapur,

una tortuga en las conclusiones,

los juegos malabares,

el Poetry Slam, las Lagunas de Ruidera,

 o un predicador entre pimgüinos.

 

Un mirto en el Generalife,

tres ocupas en el Pentágono,

una noche al raso de tu piel,

los filósofos griegos,

un mendrugo de pan, la abdicación del rey,

un girasol, una iPhone quedada,

cinco minutos de cortesía,

y un gramo de cordura.

 

Las piruetas de los murciélagos,

el Internacional Libro Bar,

una huelga de escarabajos,

la paz, hacer amigos, el boca a boca,

un recital de poemas enfermos de amor,

y el vuelo de un estornino en los bautizos del Jordán.

 

Un alevín de codorniz,

las vacaciones de las lombrices,

remar contracorriente,

unos huevos rotos en el Amazonas,

ocho veces ocho,

un termitero en la OMC,

los médicos de cabecera,

un sofá, dormir, una marisma,

la cara oculta de la Luna,

una calabaza en las vegas de Coria,

la tinta del calamar,

el invierno de los abedules,

y un ornitorrinco en la sede de UNICEF.

 

Nota:

Inventario inacabado.

En Toledo a quince de abril de dos mil catorce.

Manuel Camuñas.