domingo, 22 de marzo de 2015

POR SI ALGUIEN QUIERE BUSCARLO


POR SI ALGUIEN QUIERE BUSCARLO

 

Sentado en un banco observo la ciudad,

necesito conocer su vida, su arquitectura,

sus mañanas de esfuerzo y evolución,

sus noches de esplendor y diseño,

sus madrugadas de residuos y decrepitud,

su intrincada ética.

 

Las atrevidas gotas de una fugaz llovizna

precipitan sobre los adoquines

el dióxido de carbono,

el progreso se recupera,

recobra el resuello.

Los niños, cabellos de plata,

parecen viejos.

Rejuvenecidos relucen los ancianos,

y es extraño, muy extraño.

Descubro intercambio de mercaderías,

almas, paraísos.

Me llega un insoportable ruido

de bisagras, cerrojos, cerraduras,

ahora en la calle sólo veo puertas y más puertas,

la ciudad es una gran puerta cerrada,

ni siquiera un postigo entreabierto.

Planean sombras, lamentos, rituales,

al final llueve ácido, dolor, rechazo.

Me sobresalta un temblor de vidrio y metal,

no sé si vengo de un sueño,

no estoy seguro,

pero me aferro a la ciudad,

nada importa que sus estridencias

desgarren mi vigilia.

Quiero participar, es irrenunciable,

del simple ir y venir de mis hermanos,

a veces atrapados en las cloacas de la exclusión,

a veces tras los cristales tintados de la exclusividad,

y a ello convoco mis sentidos.

Alegres transitan esperanzas, bondades,

obediencias firmes,

algún que otro perdón

y un ligero atisbo de arrepentimiento.

Dignidad y honradez vienen de la mano

pero no veo sus rostros.

Una muchedumbre de rutinas aplaude a la estulticia.

Sin rumbo se mueven las promesas,

al filo del suicidio buscan su destino.

Los corazones aquejados de soledad,

aislados en la calle deambulan.

Las indecisiones, en acción pendular ,

van de acera en acera,

no avanzan,

no retroceden,

sólo cruzan y cruzan,

e inconscientes borran su senda.

Una sonrisa vuela cansada,

y es raro con tantos labios donde parar y crecer,

donde anidar su alma de pájaro.

Por la rejilla de un colector cualquiera,

en ocasiones,

el olvido asoma la cabeza,

no ríe, no llora, no ama,

normal, el olvido tiene estas cosas.

La tristeza sentada en el suelo,

sin más pasa las horas,

cabizbaja, ensimismada, introvertida,

nadie le presta un segundo de alegría,

un amago de caricia siquiera.

En estampida irrumpe la codicia,

todos miran, la desean,

quieren tocarla,

unirse a ella,

pero como es muy ambiciosa

y no menos individual,

pisotea a unos,

pisotea aotros,

y a todos deja tirados.

Sin embargo,

el amor entre la multitud,

pupilas limpias de manantial,

es fácil distinguirlo,

se ve solo y sorprende,

mira a un lado, a otro,

a éstos y aquellos,

mira a todos,

no es quimera,

tampoco invisible,

pero sigue solo,

ignorado,

o peor,

como un desconocido.

Recoge su atril de grandes ocasiones,

sin pronunciar discurso,

propuestas, consignas,

y se aleja despacio.

No parece triste,

claro, la tristeza es compañera del desamor,

eso si,

va dejando una senda,

por si alguien quiere buscarlo.

 

Manuel Camuñas

domingo, 15 de marzo de 2015

ENCONTRÉ LA PAZ


ENCONTRÉ LA PAZ

 

 

A Rosa Robira, porque con su manantial de entrega y entusiasmo, nos sirve paz y belleza sobre alfombra de flores.

 

Encontré la paz al lado de tus figuras de papiroflexia,

en la contraportada del libro que calmó tus lágrimas,

dentro de los papeles que dibujas en la tarde descolorida,

en los límites de las fantasías que adornan tus costuras,

y en tus palabras de lechosa savia fermentando vientos de amistad.

Encontré la paz refugiada en tu regazo de madre tierra,

enredada en los bucles de tus noches cristalinas,

disuelta en tus historias de azúcar y pan de oro,

al final del aguacero de ternura en tus versos,

en la estela celeste de tus cuentos de abril y luna,

y sobre las amapolas de tu jardín de princesas y dragones.

Encontré la paz sonriendo en el sofá de tus melancolías,

enroscada en tus dedos como anillos de espuma,

coloreando las mariposas que adornan tus manteles,

en tu festiva ilusión de pulpa caramelizada,

armonizando las canciones que derraman néctar en tus recuerdos,

y meciéndose en tus brazos de palmera y viento húmedo.

Encontré la paz sobre el alféizar de tus pupilas,

al andar tu vereda de granos de polen y celindas de jilguero,

en las pompas de oxígeno de tu corazón de galaxia,

en el borde de la taza de café cuando cuentas estrellas,

y en la mágica mecedora de tus tardes de acuarela y plastilina.

Encontré la paz en las mañanas que siembras con semillas de perejil.

Encontré la paz porque la paz vive contigo.

¡Larga vida a la belleza!.

Manuel Camuñas

 

domingo, 8 de marzo de 2015

SIGLOS DE AGUA A TU ALREDEDOR


A Olvido García Valdés,

microcosmos de ternura

que sueña cultivando jardines

y vuelos de golondrinas.

 

SIGLOS DE AGUA A TU ALREDEDOR

 

Brilla la ternura en tu sonrisa

y en tu piel un cálido sol de begonias.

Tus pupilas lucen como lunas doradas,

disipando las sombras de las almas temerosas.

Y en tus dedos, como maduros racimos de versos,

encontramos la paz que nos negó la codicia.

 

En las vitrinas de los años vividos

yacen labios de cera,

caretas de hierro y estupidez,

traiciones en los rincones de las promesas,

besos que han perdido el calor

y ojos con hielo en las miradas.

 

La tristeza era previsible,

hay otoños escondidos en cada primavera,

lágrimas amargas en cada brindis,

ojos mirando los colores desde las sombras

y yo, perdido en la bruma de la soledad,

sin poder sostener la luz entre las manos.

 

Por fin, los desiertos de la indiferencia,

se llenaron de huesos,

y vimos a las polillas

revoloteando desorientadas

bajo un manto de nubes azules.

 

No fui consciente de los naufragios del alma

hasta que tu luz,

con bucles de trompeta,

despertó mi corazón,

y las canciones sonaron sincronizadas

enroscándose como pájaros en mis manos.

Una leve brisa

(sin duda venía del futuro),

trajo la paz a los labios,

y los rosales de tu primavera

punzaron la crueldad de los silencios,

para enraizarse en la piel

y absorber los miedos con sus fragancias.

 

Esa mañana amaneciste de espuma y dulzura,

de las nubes llovieron flores

solo porque tus dedos las tocaron.

Un aroma a mujer hermosa

inpregnó las pestañas de la noche,

y un aluvión de mocedades

se abrió paso entre las zarzas.

Entonces, entre su piel y sus huesos,

solo quedó ella,

solo ella,

ella y ese cazador furtivo de mariposas.

 

Hoy se oye un rumor de pasos en tu estela,

todos te siguen, todos,

atrás queda la soledad,

lejos el vacío.

Eres aire, luz,

espiga, manantial,

crepúsculo, azucena.

En ti viven todas las mujeres,

aman todas las mujeres,

porque tú lo llenas todo,

y todo está en ti.

Tú, siempre tú,

tú y siglos de agua a tu alrededor.

 

Manuel Camuñas.

domingo, 1 de marzo de 2015

(SABES TÚ LO QUE ES)


¿SABES TÚ LO QUE ES?

 

 

Hace tiempo que quiero saber,

o mejor,

necesito saber,

he de reconciliarme,

si, reconciliarme

conmigo, contigo, con ellos.

Pregunté a unos, a otros,

bajé a los  corazones,

a las mentes subí,

me asomé a los ejidos,

a los centros urbanos,

a los áridos polígonos,

campos de fútbol,

dársenas con estibadores,

interior de las tabernas,

ojos pronunciados,

rumor de pieles,

por las playas repletas,

sudando en los gimnasios,

hasta hice noche en las dudas.

Cómo no,

por probar que no quede,

a toda una saga familiar,

(eso fue peor)

en general a serios señores de corbata,

(nunca entendí que se rían a escondidas)

comerciantes haciendo el agosto,

mecánicos de motor o prótesis,

proxenetas, locutores, quincalleros,

sacerdotes con ampulosidad de peregrinos,

carteros a pie o en moto,

cirujanos, cajeros, saltimbanquis,

prostitutas, barrenderos, deportistas,

contrabandistas de alcohol, tabaco, fondos públicos,

(fue fácil encontrarlos)

taxistas de carrera corta,

(éstos conocen a sus clientes

tan solo con el primer vistazo)

pasajeros que hablaban de todo cuando no hace tanto

los trenes de largo recorrido eran eternos,

músicos de orquesta sinfónica,

música de raíz a veces no tan profunda,

vendedores de melones y hortalizas varias,

hispanos, bretones, helenos,

chinos, nómadas, oceánicos,

negros que eran tan negros

que las sombras se acomplejaban,

altos que eran tan altos

que las nubes ocultaban sus cabezas,

o tan pequeños

que parecían niños con barba,

o tan blancos

que su piel era de leche.

Probé, era lo suyo,

a tiempo completo y nada,

después a tiempo parcial y tampoco.

A pesar de todos los intentos,

la cosecha recogida,

no deben haber sido buenos años,

me arroja un balance incierto.

Ah, se me olvidaba,

si no es mucha molestia,

me dices cuando puedas,

¿qué es una persona de buena voluntad?.

 

Manuel Camuñas