domingo, 8 de marzo de 2015

SIGLOS DE AGUA A TU ALREDEDOR


A Olvido García Valdés,

microcosmos de ternura

que sueña cultivando jardines

y vuelos de golondrinas.

 

SIGLOS DE AGUA A TU ALREDEDOR

 

Brilla la ternura en tu sonrisa

y en tu piel un cálido sol de begonias.

Tus pupilas lucen como lunas doradas,

disipando las sombras de las almas temerosas.

Y en tus dedos, como maduros racimos de versos,

encontramos la paz que nos negó la codicia.

 

En las vitrinas de los años vividos

yacen labios de cera,

caretas de hierro y estupidez,

traiciones en los rincones de las promesas,

besos que han perdido el calor

y ojos con hielo en las miradas.

 

La tristeza era previsible,

hay otoños escondidos en cada primavera,

lágrimas amargas en cada brindis,

ojos mirando los colores desde las sombras

y yo, perdido en la bruma de la soledad,

sin poder sostener la luz entre las manos.

 

Por fin, los desiertos de la indiferencia,

se llenaron de huesos,

y vimos a las polillas

revoloteando desorientadas

bajo un manto de nubes azules.

 

No fui consciente de los naufragios del alma

hasta que tu luz,

con bucles de trompeta,

despertó mi corazón,

y las canciones sonaron sincronizadas

enroscándose como pájaros en mis manos.

Una leve brisa

(sin duda venía del futuro),

trajo la paz a los labios,

y los rosales de tu primavera

punzaron la crueldad de los silencios,

para enraizarse en la piel

y absorber los miedos con sus fragancias.

 

Esa mañana amaneciste de espuma y dulzura,

de las nubes llovieron flores

solo porque tus dedos las tocaron.

Un aroma a mujer hermosa

inpregnó las pestañas de la noche,

y un aluvión de mocedades

se abrió paso entre las zarzas.

Entonces, entre su piel y sus huesos,

solo quedó ella,

solo ella,

ella y ese cazador furtivo de mariposas.

 

Hoy se oye un rumor de pasos en tu estela,

todos te siguen, todos,

atrás queda la soledad,

lejos el vacío.

Eres aire, luz,

espiga, manantial,

crepúsculo, azucena.

En ti viven todas las mujeres,

aman todas las mujeres,

porque tú lo llenas todo,

y todo está en ti.

Tú, siempre tú,

tú y siglos de agua a tu alrededor.

 

Manuel Camuñas.

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