lunes, 16 de noviembre de 2015

ME GUSTARÍA


ME GUSTARÍA

 

 

PREFACIO

 

Podría considerar que soy un loco de paja en los mercadillos medievales, un iluso de plomo en las joyerías exclusivas, una marioneta de agua en los desiertos del corazón, el primer eslabón de la libertad, los penúltimos gritos de los vencidos, o las últimas decisiones de un emigrante a las puertas del silencio.

Quizás sea un pájaro de gas noble, una roca a la entrada del olvido, un trasatlántico de papel mojado en las arterias del Siglo de las Luces, un caimán en la estratosfera, la nota discordante en los conciertos de año nuevo, o un lince en las heridas del cambio climático.

Estaría bien ser un sembrador de jardines en las arterias del odio, un corredor de seguros de ciudadanía en las bodas reales, un lector de poemas de nieve en las áridas almenas de la conciencia, las respuestas de un sabio que busca la paz, un rayo de esperanza dormido a la sombra de un pinsapo, o un ramillete de besos en los labios del horizonte.

Por qué no ser un guardián de la verdad impermeable a las balas, un beso de hielo en la boca de un volcán, el primer enviado especial del amor a las puestas de sol en los días de tristeza, los cinco primeros abrazos de la felicidad en los lactantes, un borrón en la inmensidad del conocimiento, el silencio de los invertebrados a la luz del sol, las lecciones de la historia en los olvidos de los profesores, o los virus de la economía en las democracias del tercer milenio.

 

 

Me gustaría que a media noche brotasen auroras,

arboledas y corduras,

genomas y heterodoxias,

que los trasatlánticos surcaran desiertos,

los camellos la Vía Láctea,

las rosas el escudo antimisiles,

que los carros de combate disparasen proteínas,

pétalos y abrazos,

baladas y fragancias,

que las enfermedades fuesen las fábulas de los poetas,

el sueño de los anfibios,

los recuerdos tristes de la humanidad,

que los especuladores especulasen

con la distancia a las Perseidas,

con los emoticonos hoscos,

con la destrucción de la Armada Invencible.

Me gustaría ver palabras de amor en las constituciones,

labios rojos en la sobremesa,

horizontes en la mirada de los ancianos,

selvas con leones y gorilas,

marcha atrás en las declaraciones de guerra,

lunas de miel en los corazones desesperados,

gatos negros bajo los arcos de triunfo,

fumata blanca en los divorcios exprés.

Me gustaría descifrar los designios inescrutables,

recibir la luna descalzo y en vaqueros,

detener el tiempo en tu piel y mis manos,

calcular en besos la distancia a tu amor,

componer poemas de nieve en los volcanes,

oír canciones protesta en los cantos cardenalicios,

contar las verdades del barquero a las puertas del alma,

vivir el fin de las guerras y los guerreros.

Me gustaría que la ternura no se disuelva,

ni se oxide en los baúles,

o sea moneda de cambio en las fiestas populares,

que a los niños no les amarguen la niñez,

el alimento del juego,

la sonrisa inocente,

que en las bodas lo primero sea el beso,

lo último la rutina,

que el hambre solo sea de amor,

la mentira humo en el vendaval,

que las palomas de paz aniden en las ánimas de los cañones,

los bombarderos se oxiden en los angares,

el sufrimiento en los tratados de antropología.

Me gustaría vivir la desaparición del odio,

indiferencias y mercadeos,

hipnotismos y malversaciones,

coleccionar arrepentimientos y trilogías,

amistades y supernovas,

caricias y plenilunios,

extender la verdad sobre las declaraciones políticas,

sobre los dogmas teológicos,

sobre las huellas de la jurisprudencia,

adjuntar el universo a los localismos,

a los ombligos hospitalarios,

a los predicadores radiofónicos,

a la soledad de los mendigos.

Me gustaría, me gustaría, me gustaría...

Manuel Camuñas

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario