ME VOY AL SÓTANO
Tengo
tanto calor que me he tenido que bajar al sótano.
En
días como el de hoy, por la Mancha claro, y a 740 msnm, que nadie piense que
estoy en medio del Sahara, lo primero que te dicen, cuando se te pone a tiro
alguien, ¡qué calor hace!, cosa que yo pienso, pero que cuando me lo dice otro
me dan ganas de decir y a veces lo digo: ¡coño, a ver si va a ser cosa del
tiempo!; pero cuando soy yo el que lo dice, me parece que he dicho algo
interesante, lo que cambia la valoración de algo de una acera a la otra. Vaya
ceniglo, que decíamos de jovenzuelos cuando jugando cometíamos una torpeza, y
nos faltaba el tiempo para echárnosla en cara, ¡toma, que te he pillao!. Qué
curioso, nuestro propio sotanico, sí, el que está por debajo de la zona ombligar,
prueba irrefutable de la unión con nuestra progenitora, y que, a veces, es el
catalejo por el que miramos el mundo, parece un brasero con las tripillas
removidas, hasta el punto que en invierno, en estos momentos lo echo de menos,
si pudiese le abriría una , como diría mi padre, "rejenndija" y
metería las manos y, si fuese un contorsionista, hasta los pies, o qué hacen
las mujeres en la cama, en esas noches de heladas de raspar luna con patata al
salir de la disco, cuando, sin aviso previo, y aprovechando un descuido, zas,
te pegan los pies, dos aerolitos incontestables que vienen de las zonas lejanas
del Cosmos, donde no han tenido calor ni en pintura, en la triponcita, como una
calcomanía simétrica, que el respingo que pegas deja chicos a los córcovos de
los caballos salvajes, y esto lo hacen por el calorcillo que desprende nuestro
abdomen, que es como una catalítica. Creo que me estoy pasando, vaya pedrada
que tengo. Puede que el calor me esté volviendo turulato, ¿que por qué?, por
nada, por decir algo.
Pues
bien, el sótano de mi casa, afortunadamente, no guarda relación, respecto de la
temperatura, con el corporal, y, mira por donde, comienzan a equilibrarse mis
constantes y el bienestar se restablece, que si de mí dependiera jamás se
volvería a ir.
Ni
los 58 grados del Sahara, ni los menos 20 de Siberia, los extremos me dan
angustia, y con la rinitis, qué queréis que os diga, fatal. Si sudas porque
sudas, malo, si tiritas porque tiritas, igual o peor. Definitivamente yo
debería vivir en las islas Canarias, y ya estamos, como tengo miedo a coger un
avión, esos aerosauros, que queman queroseno a cascaporro, me tendría que
embarcar o irme a nado, que ninguna de las dos soluciones alternativas al
pajarito volador me convencen, me tengo que quedar en estos mares de paja. Aquí
me viene a la chola,si, a la chola, expresión que les prometo que he oído
decir, y no una sola vez, eso de "tengo miedo al avión, también tengo
miedo al barco, por eso quiero saber lo que debo hacer pa cruzar el
charco". Pero aquí, en el centro peninsular, lo único que tenemos son
isletas y, que yo sepa, solo sirven para estorbar en las carreteras, que más de
uno las ha pasado por encima en vuelo acrobático, que lo ves y dices "ahí
va eso, el que pueda que lo pare", los talleres de chapa y pintura se lo
agradecerán, y de mar, lo más parecido que tenemos son las Lagunas de Ruidera,
y eso de parecido es por decir algo, sin desmerecer por ello la enorme belleza
y singularidad de este humedal manchego.
Cuando
la temperatura sube por encima de la corporal comienzan a dispararse todas las
alarmas, que, puestas así las cosas, te da por pensar que eres la centralita de
Securitas Direct, y comienzan a sonar todas al unísono; en ese momento te crees
que estás en medio de las atracciones de un ferial, y te quieres montar en
todas, pero no, de eso nada bonito, de movimiento, cuanto menos mejor pues
sufres el riesgo de vaciarte por el boquerón y solo faltaba..., ya te moverás
en los meses de frío.
Ayer
me despedía porque iba a dar comienzo el partido de la selección española de
fútbol, y visto lo visto, algunos pensarán a toro pasado, así cualquiera, eso
se dice antes queridos, que más que unos listos parecéis unos listillos, mejor
hubiese sido que no hubiera comenzado. Pero que no cunda el pánico, que va a
ser difícil que, a los jugadores, los encontremos en las colas del paro, que
esto no cambia sea invierno o verano.
Saluditos.
Manuel Camuñas
Muy grato el escrito, amigo, muy bien; pero...Qué decepción! Jugaron como para mandarlos al paro!
ResponderEliminarAbrazos