lunes, 23 de junio de 2014

HABLEMOS DE CUERNOS


 

HABLEMOS DE CUERNOS

 

 

En esta ocasión la cosa va de cuernos, pero no de los que no se ven aunque se lleven con más o menos dignidad, y eso que resultaría mucho más morboso y daría un juego que ya quisiera la selección española, sino de los que además de ser evidentes, cuando los tienes a pocos metros de distancia, y sin nada ni nadie a quien encomendarse, provocan pánico paralizante, bueno en algunos casos lo único que no se paraliza son los esfínteres que se sueltan a capricho, y qué queréis que os diga, en esos momentos no está uno con finuras, que estamos cagadotes, por supuesto, como para no estarlo, ya tendremos tiempo de pasar por el baño, con ropa y todo como en las viejas películas del oeste.

Digo que va de cornamentas porque cuando escucho a algunos egresados en esto de la tauromaquia decir algunas cosas, mi capacidad de comprensión hace aguas, no como las anteriores, que puestos a pensar mal no hay quien nos pare, y al oírlas mi  lógica pensamientil se desmorona como un castillo de naipes en un vendaval, y tengo la sensación que se está buscando la cuadratura del círculo,  o la piedra filosofal, porque no me lo explico, tanto si lo dicen por justificar la lidia, como si lo expresan convencidos, y no crean que lo hago desde mi militancia antitaurina, que no la practico, ni pago cuota alguna a esta o aquella asociación  proanimales, para nada, es simplemente que los goznes del pensamiento me chirrían y nada más, que no es poco.

Una de las frases que oigo varias veces, y que podría ingresar en el tratado antológico de JUSTIFIQUE LO QUE DESEE QUE A LA PEÑA NO LE IMPORTA, es la siguiente: «Si no fuese por la lidia, los toros bravos no existirían»

¡Toma ya!. Si quieres más vuelve a por otra, que te vas a ir calentito o, para dar gusto a los políticos, que en esto del lenguaje se la cogen con papel de fumar, calentita. Salvando las distancias, que las hay y considerables, entre otras la de cerca de dos mil años atrás, y la de que en este caso se trata de animales y en aquel de personas, (no entro en que para los romanos los gladiadores eran esclavos, por tanto, para ellos su atributo de humanos no existía, porque de considerarles personas es inadmisible que les esclavizaran) es como si a alguien se le ocurriese decir que gracias a que existen combates de gladiadores, existe el gladiador. ¿No sería mejor para todos que dijesen que para la fiesta taurina necesitan los toros bravos y listo? Ya que, y esto está clarísimo, lo que no existiría sin el fornido cornudo, sería la fiesta taurina, ¿no les parece? Supongo que tanto el toro bravo como el fiero león existen, y es lo natural, al margen de los circos y de las plazas de toros. Ha sido el Homo sapiens el que ha intervenido en la naturaleza y los ha buscado un fin diferente al que sus genes les predestinaban, o es que debemos pensar que esas dos duras,(como que son huesos)  largas y puntiagudas proyecciones que lucen en la cabeza, las han desarrollado para defenderse de un capote, que ni como quitasol serviría al bichito. Por consiguiente, pongamos las cosas en su sitio y dejemos claro que lo que no existiría sin los bravos bóvidos, serían las corridas de toros y otros espectáculos derivados.

También he oído, os lo prometo que lo he oído, decir que la música en los toros es un elemento imprescindible para crear afición, pues forma parte inseparable del espectáculo. Casi nada monada, es que hay cada opinión y cada opinante que te dejan turulato, vamos, más bloqueado que el juez Garzón para la Audiencia Nacional, y tu argumentario lógico se queda más atascado que la recuperación económica, que ya es decir. ¿Hasta dónde se remontará esta simbiosis músico-animal?. Tiren, tiren de la manta a ver dónde llegan, eso si, con mayor determinación que Bárcenas que a este paso no les veremos ni los pies. Supongo que esto se lo habrán escuchado al lidiado, que después del sangrante castigo que sufre, debe tener el cuerpo para músicas, y, hasta para bailarse un pasodoble si fuera menester, como dirían en Tomelloso; y es que desde los albores del uro, que según los últimos descubrimientos lo sitúan en África, donde ese mastodóntico búfalo campaba a sus anchas, si les parece con más de un metro por cuerno y casi tonelada y media de peso, es como para recorrer las praderas acojonadito, ¿verdad campeón a partir de sus primeros meses de vida, les ponían música para ayudar a que su crecimiento fuera más armónico y equilibrado, faltaría más. Creo que incluso el Padre Mundina, suscribiría que la música es buena hasta para las plantas, (claro que esto no debe de funcionar en las ciudades porque, según cuentan fuentes bien informadas, el número de alcornoques no para de aumentar, y si las melodías musicales tuviesen efectos positivos, me parece a mí, que, cuando menos, se irían transformando en coníferas, que quieras o no ya es un avance), pero las bondades de la interpretación de las notas sobre el pentagrama no acaban aquí, no, porque, según el dicho popular «la música amansa las fieras», se dirá por algo, quién soy yo para ponerme en contra. Ahora bien, en este caso de las corridas, parece algo contradictorio, pues se trata que el torito sea lo más bravo posible, y si la música le amansa, estaría llendo en contra de la esencia del espectáculo, que ya me veo yo a esos aficionados hospitalarios invitando al animal a un traguito de limonada y sentándolo con ellos en la grada: «anda refréscate un poco, siéntete como en casa, descansa y luego sigues, que no tenemos prisa». La música es un arte y merece toda mi admiración, y solo el hombre sabe darle todo el valor que corresponde, utilizando su sensibilidad para componerla, reproducirla y escucharla, pero creo que, en estos casos, se pide música de manera un poquito espuria, dicho con respeto, que nadie se me enfade, que perdemos la alegría y luego cuesta un mundo recuperarla, y cuando no pueda ser, porque los músicos tienen que descansar, ahí están las voces de los aficionados, y todo para evitar oir los gañidos del humillado animal y así, digo yo, poder dar la sensación que el toro se lo está pasando pipa. Ignoro si en las dehesas de reses bravas ponen música,por supuesto de banda, para que los futuros sufridores se emocionen cuando pisen los alveros, pero si no la pusieran, propongo a los ganaderos que innoven y vayan educando musicalment a los morlacos, que seguro será un valor añadido. Ahí está el cornudo, en medio del coso, marcándose un pasodoble de pizarra y haciendo las delicias del respetable, que ni Iturriaga ni Torrente lo harían mejor. ¿Quién da más?

Hay otra cosa que tampoco entiendo, pero, a estas alturas, esto no es raro porque yo entiendo poco de casi todo, y de la fiesta taurina menos todavía, y es lo de los cohetes. Vamos a ver, he oído decir a un curtido aficionado y de rancia tradición, que cuando tira un cohete, por descontado en abbiente taurómaco, y se escucha su estallido, se produce una corriente, entiendo que energética y positiva y no el hormiguilleo que nos sobreviene en los músculos después de una mala postura corporal, que suele producirse en las siestucas hispánicas, u otro hormiguilleo de condición más placentera que aunque os adivino la pícara sonrisita, no os pienso dar cancha, decía que se produce una corriente mediante la cual se funde íntimamente con la fiesta, y la afición le crece, no dice si exponencialmente, pero le crece, y si antes entendía poco, después de esta experiencia, yo diría que mística, entiendo menos. Si algún voluntario se ofrece a explicármelo se lo agradezco, puede que yo sea un poquito duro de sesera y no me entre, pero esto puede cambiar, no perdamos la esperanza. No niego la belleza que los aficionados aprecian en la lidia, ni el folclore de colorido y rituales que se ponen en escena, ni la rica y a veces cargada literatura, utilizada para describir las faenas, (faena, nunca mejor dicho, la que le hacen al toro) esto es, la jerga taurina, pero el ruido de la pólvora al estallar, se me escapa en qué momento entroniza con el espectáculo, y lo que de ningún modo capto es el poder de esa pólvora para hacer afición. Hombre de Dios, si es que para justificar la fiesta ya no se sabe lo que decir. Claro que esto de tirar un cohete, cuanto más potente mejor, parece que no solo se debe asociar a los toros, pues donde vivo se utiliza en varios acontecimientos, a saber:

Se da en mi pueblo algo que llaman tradición, y consiste en que los alabarderos se despiertan con cohetazos en la madrugada del 28 de agosto, pues, y es una sugerencia, ¿no resultaría más moderno hacerlo al compás de alguna de esas suaves melodías del despertador?, o, si quieren algo más tradicional, con ese canto de gallo que también cabe en el dichoso relojito, o lo más de lo más, despertarse por whatsapp. Pero no, la tradición es la de los petardazos, y como es tan divertido así debe seguir, hasta que desaparezca el 28 de agosto o la pólvora se agote.

Otro caso más: Qué quieren que les diga de los cohetes en las bodas, tanto antes de darse el consentimiento los novios, como después de comprometerse. Aquí, aunque desconozco cuál es el significado de los bombardeos, imagino que si la pareja se separa, se devolverán los cohetes, ¿verdad?. Total, ¿para qué les han de servir ya.

Podría continuar reflejando ejemplos, pero quedaría largo y me desviaría varias provincias del tema principal. Sin embargo, para cerrar, por ahora, porque el asunto da para mucho más, esto de los petardazos, es posible que tengan sus antecedentes en las salvas que disparan los militares para conmemorar alguna victoria, es posible, ahí lo dejo. No obstante, si alguno desea investigarlo, que nos cuente el resultado, porfa.

Saluditos.

Manuel Camuñas 

1 comentario:

  1. Muy interesante, amigo. Esto de las tradiciones...no es fácil para el que ha crecido ¨con la fiesta brava¨, desprenderse de las corridas; pero, ya lo aceptarán y pasarán a la historia. Por acá, se suspendieron bien temprano.

    Abrazos

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