SOBRE
LA MESA
Apoyado
en la mesa de despacho,
en
la corteza del horizonte,
o
en los hilos del abismo,
leo,
pienso, escribo.
En
horas concretas el sueño me vence,
una
calma casi plena me absorbe,
a
duermevela el cuerpo apenas pesa,
y
no leo, pienso, escribo.
La
ventana proyecta el sol en mi espalda,
y
desperezo toxinas,
sacudo
tormentos,
respiro
ilusiones
y
ofrezco al mundo
inservibles
letanías medioambientales.
Unos
chiquillos gritan en la calle,
no
logro saber cuál es su juego,
mucho
menos el juego sutil de la hipocresía,
es
esquivo y resbala
dejando
conciencias dormidas
en
los bordillos alquitranados de la ética.
Un
perro ladra como un reclamo,
al
fondo otros contestan,
o
tal vez lo retan.
¿Qué
importa que la vida sea una apuesta?
¿Qué
importa mientras la apuesta no sea impuesta
y
apostar no cueste algo más que un esfuerzo?.
Dentro
de los sueños todo es más fácil,
pero
ahí no nos conocen,
para
que engañarnos,
tampoco
nos conocemos.
En
las cuatro estanterías,
que
se levantan del suelo al techo,
se
encuentran bastantes indicios,
indicios
que, aún sin voz,
dicen
cómo soy.
Es
igual,
para
qué entrar en controversia,
quizás
al final del sueño,
se
despierte otra persona
y
nada de lo anterior sea cierto.
Manuel
Camuñas
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